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Temporada tras temporada Carbone ha renovado su compromiso con la elegancia, esa cualidad volátil que Diana Vreeland capturó hace décadas en una de sus célebres frases saeta: Elegance is refusal. Negarse a ciertas estridencias ha sido una vía regia a la distinción. Regia y transitada. Acaso exhausta. Este verano Carbone se muestra dispuesto a tirar por la borda esa contención severa, olvidándose de toda timidez, de toda modestia también, para plantar bandera – y banderines – en terrenos que solo pueden pisarse con audacia: las yuxtaposiciones malditas, las artesanías de feria popular, los recursos vistosos pero vetustos, el coqueteo con el mauvais goût. Veamos: un pantalón de tafeta de seda natural dorada, a rayas y con cintura elástica de pijama, combinado con una camisa de flores y un chaleco en Jacquard de algodón con tintineantes bolitas de madera adornando sus sisas. Un traje de bull de algodón, una tela noble pero rústica, sin sofisticación, es el canvas sobre el que se aplican brochazos de ñandutí. Un saco que remeda el mantel azul y blanco de los mediodías interrumpido por margaritas en las que el amarillo se exalta, rabioso. Equilibrios impensados, que encandilan y delatan el imperio de la curiosidad más allá de todo pudor. Looks que capturan el atrevimiento de esta colección, el deseo descarado de ir por todo y ser el centro de atención, sostenido en una confianza ciega que hace tiempo era patrimonio exclusivo del dandy y que en este verano Carbone quiere diseminar. Es posible que esta figura esquiva de la historia de la moda encierre el secreto alegre de esta colección. Canutillos. Bolsillos de randa. Sirenas bordadas. Verdes vibrantes. Espejitos de colores. (Literal). Distracciones maravillosas. Ahora bien: contra su arrastre irresistible, estos looks revelan que el brillo personal nunca jamás depende de la potencia de una prenda, ni del magnetismo de un accesorio o un detalle. Tampoco de su multiplicación. Au contraire, y aceptando la posta del dandy, el verano de Carbone nos recuerda que no hay magia sin dominio efectivo del arte de la combinación.